lunes, 26 de octubre de 2009

Miles de personas se reúnen en la marcha en contra de la reforma de la ley del aborto


Miles. Ahí estamos de acuerdo. Tiene sentido la acotación. Porque lo que a la postre pareció más importante de la manifestación que marchó de la “céntrica” Puerta del Sol hasta la Puerta de Alcalá de Madrid, en contra de la reforma del aborto, fue contabilizar a los presentes. Dos millones según los organizadores, tirando de optimismo; un millón según la Comunidad, 250.000 estimó la policía y 55.316 (ni uno más, ni uno menos) según el sofisticado sistema de la empresa Lynce, para EFE. En la sociedad de las estadísticas los números no cuadran, al menos no igual para unos que para otros.

Y luego vienen los titulares lacayos, al servicio de intereses partidistas. Pero esto no es nuevo, ya lo sabemos. Quienes aguantaran un ratito la retransmisión del evento por Telemadrid coincidirán conmigo, y quienes no seguro se lo imaginan. Por eso es vital leer más de un periódico y, en general, estar alerta para poder ejercitar el criterio.

No obstante, más allá de polémicas “formales”, el motivo de la marcha era mostrar el rechazo de los congregados a la reforma de la ley del aborto. Y no debatir la ley de 1985 en sí misma, como algunos opinólogos de diversa calaña pretendieron hacer de plató en plató. Igualmente, es cierto que muchos manifestantes portaban pancartas con mensajes de oposición frontal al aborto y no dudo que amplios sectores rechazan en su totalidad la ley. Los dos puntos más polémicos de la reforma legislativa son el que establece el aborto libre hasta la semana 14 y el que sitúa en 16 años la mayoría de edad para decidir sobre la interrupción libre del embarazo. En mi opinión, son ampliaciones legales que poco a poco se aproximan a la consecución del legítimo derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Siendo clara mi postura, en contra de las limitaciones a los derechos de la mujer, aún me cabe la duda en cuanto a la edad en que somos enteramente responsables de nuestros actos. La frontera entre la infancia y la madurez es algo muy difícil de delimitar. De hecho, cambia de un ser humano a otro. ¿Tenemos que acordar un límite para que el sistema no se desmorone? Parece que sí. Quizá, otra pregunta pertinente sería: ¿Queremos este sistema? (La dejamos para otro día). Hablando de mayorías de edad, tenemos socialmente aceptados los 18 para la mayoría de las cosas y últimamente no ha habido grandes manifestaciones reclamando la reducción de ese límite a los 14 para beber alcohol, los 15 para conducir o los 12 para entrar en un sexshop. Ni tampoco recuerdo recogidas de firmas en pro de su aumento para pedir una hipotéca a partir de los 27 o ir a la cárcel sobre la treintena. ¿Ha habido alguna reivindicación juvenil multitudinaria exigiendo esta bajada de los 18 a los 16 en el caso que nos ocupa?

Estoy tratando de pensar como Gerarda y retroceder un par de lustros hasta mis tiernos 14 o 15 añitos. Me he quedado embarazada y tengo pánico. ¡Todo ha sido un error, no estoy preparada para esto! Quiero abortar, pero papá Rouco ni de coña me da su autorización: “hija mía, no te preocupes, te vamos a apoyar” (en el mejor de los casos) o “te jodes, niñata, y apechugas” (digamos que en otro de tantos). ¡Pero yo no quiero ese niño, no quiero/puedo con esa responsabilidad, no puedo mantenerlo, no quiero vivir el embarazo, no ahora, no quiero que se burlen de mi en la escuela, no quiero ser la señalada por todos, no estoy preparada para parir, no amo a ese niño, no lo deseo!... Pero tengo 14 o 15 años y puedo tener la mala suerte de tener a Rouco por padre. Definitivamente, todas las mujeres tienen derecho a elegir.

Una última reflexión: En la calle me crucé con varias familias que venían de la manifestación. Padre, madre, abuelas, abuelos… y niños, muchos niños. Pequeños manifestantes-bandera sin ideología o religión, ondeados en la calle como emblema de la vida. Presentados en un escenario como pancarta, en recuerdo de los no-nacidos. ¿No les da vergüenza, defensores de la especie?